Por Gisela Derpic Salazar
Nota del editor: Gisela Derpic es docente en la carrera de Derecho de la UCB Tarija, todas las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
Cuando te aprestes a entrar en tu clase, hijo mío, pon en silencio el celular sin apagarlo, y guárdalo por si te sea útil para averiguar el significado de algún término que escuches o leas en las actividades de esa jornada y así al menos resulte favorecido tu vocabulario. Es conveniente que recuerdes, o aprendas si aún no sabes, que en ese celular que llevas contigo no solamente hay juegos, música y redes sociales, sino también, en constante y acelerado aumento, millones y millones de datos valiosos que ayudarán a escabullirte de la ignorancia en que el bachillerato te arrinconó, si es que aprendes a buscarlos y los distingues de la basura cibernética con la que se encuentran mezclados en espuria cohabitación.
A diferencia de esos seres con figura humana que se dejan caer en calidad de bultos sobre los asientos en las aulas, miembros connotados de la muchedumbre hispanohablante que a coro impuso que las películas sean dobladas al español porque no saben, no pueden o, caso más deplorable aún, les da pereza leer los subtítulos, honra con tu esfuerzo el nombre de “persona” que ostentas, mira el rostro de ese otro ser que es tu docente ahora y escucha lo que dice así no te interese, y si no le entiendes, levanta tu mano para hablar y pídele que te lo aclare. Te aseguro que no caerás desmayado por semejante esfuerzo físico.
Te sugiero llevar contigo un cuaderno o libreta – no aquellos volantes que luego perderás – y apunta las palabras que se te antojan claves, o haz un esquema de aquellas ideas que esa persona frente a ti comparte, verbalmente o con trazos en el pizarrón. Si es de quienes usan las presentaciones de power point o abusan de ellas porque casi casi está en las mismas condiciones tuyas y necesita el chanchullo, llegó el tiempo de asir tu amado complemento electrónico y tomar unas fotos. De esta manera te llevarás algo más que tedio de la universidad cuando vayas a casa. Juro por lo más sagrado que te servirá, así solamente sea para dar uno de aquellos exámenes reproductivos ataviado de prueba de nivel productivo.
Anota también la tarea – rebautizada “práctico” en los tiempos que corren – aunque sea más teórica y repetitiva “que la palabra” como suelen decir los miembros de tu generación, aunque no atisbes siquiera su sentido y su utilidad. Revisa si la tienen clara o es necesario que tu docente aclare alguna duda al respecto. Más aún, registra la fecha de su presentación, así como las de los exámenes. Será un salvavidas en prevención de un desastre. Y ojo, no quiero que seas el mejor alumno, no me importa que tus calificaciones sean o no muy altas, ¿sabes por qué?, porque dependen de muchos factores, incluyendo la capacidad de quien planifica y evalúa el proceso, y no dan cuenta de la calidad de tu desempeño.
No me des excusas, no las aceptaré como explicación. Ni que la materia no te gusta o es muy complicada, que el docente te tiene tirria o no le entiendes, que el horario es pesado o el aula muy oscura, o fría o caliente o no sé qué cuántos pretextos más. No me digas que te aburres y que no encuentras placer en el estudio. ¿Quién te hizo creer que todo en la vida tiene que ser fácil y entretenido? A ese alguien habría que hacerle un proceso por falso testimonio y por mentir, pues hay una cosa imprescindible para el éxito humano: la capacidad de hacer lo aquello no nos gusta, eso que incluso nos desagrada. ¿Sabes qué se llama? VOLUNTAD. Despierta hijo, en el aula, sea para asombrarte con nuevas ideas, con un mero cambio de perspectiva ante un problema o, por qué no, con las cualidades maravillosas o las terribles carencias del docente, pero hazlo. Sal de la inercia y ponte activo. Es que todavía no estás muerto. Por el amor de Dios, ¡siente y muestra que estás vivo!