Nota del editor: Eduardo Avila Sanchez, es Comunicador Social y Docente a Tiempo Completo en la Universidad Católica Boliviana Tarija.
En la noche del 30 de Octubre de 1938, millones de estadounidenses ingresan en un estado de alerta, terror y medio por una “invasión extraterrestre” que amenazaba los hogares americanos; la razón, el programa de radio “La Guerra de los Mundos” de Orson Wells, quien a manera de noticiero, con una narrativa realista y simulando un reporte tipo noticiario, informaba la llegada el ataque de Marcianos a la tierra. (Lee una reseña aqui)
Los comunicadores sociales hemos estudiado este caso durante muchos años en nuestros centros académicos y en los escritos de Mattelart y otros teóricos, donde nos mostraban la influencia de los Medios sobre la Histeria Colectiva, y el gran poder de la narrativa para generar actitudes y acciones en los receptores.
Estos últimos 21 días de conflicto, que definitivamente todavía está inconcluso, han traído una nueva muestra del rol de la comunicación como un eje fundamental en el movimiento histérico de la población, con el añadido de las Redes Sociales, la estrategia, la imagen y el poder desmesurado ahora en las manos de mayor cantidad de personas.
Nuestras sociedades han crecido a nuevas formas de comunicación, amparadas en la revolución digital; la cual hoy es parte fundamental en este proceso histórico, y nos plantea interrogantes sobre su responsabilidad en el uso, su rol como estrategia y como asumir, desde la profesión y la ciencia, la complejidad de estos nuevos procesos.
Hay que analizar que en Bolivia se han manifestado diferentes actores en el conflicto, llegando otra vez a un caso de polarización extrema; todos jugaron sus cartas, desde el discurso y la estrategia, a un escenario diferente donde los medios tradicionales de comunicación son juzgados por su parcialización a uno u otro bando, y en el cual se puede ser un agente de cambio, información y movilización con un tweet, un comentario o un mensaje por whatsapp.
Y cada ciudadano ha jugado una parte fundamental desde su smartphone, nos hemos sentido empoderados y con voz propia y hasta quizás nos creemos influyentes y revolucionarios. Sin embargo, poniendo paños fríos, hay que considerar que estamos viviendo un caos de información. Un periodista me manifestaba el otro día que “la agenda ahora la impone las Redes”, y de un sopapo, esta revolución y conflicto nos ha demostrado su absoluta razón.
Los medios han sido rebasados en sus prácticas tradicionales, y tienen que reinventar sus técnicas, su búsqueda de fuentes, su forma de hacer periodismo, para de esta manera y con responsabilidad, recuperar su lugar en la sociedad y los comunicadores profesionales debemos tener la ética para poder coadyuvar en esa reconstrucción.
La política se ha dado cuenta que la estrategia se la gana en redes, hoy los asesores en comunicación y comunnity managers son más importantes que el cuerpo de seguridad de un líder político y/o dirigente; han reconocido su poder y nos han demostrado que son capaces de utilizarlas de excelente manera en sus propósitos. Valido, pero hay que repensarlo también desde el lado de ética y la búsqueda de la verdad.
Y los ciudadanos debemos aprender a convivir con estos nuevos medios; si bien creemos que el caso de Orson Wells es hilarante e increíble de asimilar, en este conflicto hemos caído muchas veces en el mismo papel. La narrativa ha sido poderosa; nos han devuelto sentimientos de unidad, democracia, fe, unidad, como también se ha sembrado terror, inseguridad, odio y división. La sugestión en la que hemos vivido en estos días, nos ha hecho perder nuestra racionalidad y nos ha convertido en “masas” reaccionantes, histéricas y completamente des-informadas. Hoy nos toca discutir y asumir estos nuevos roles, estos nuevos poderes, estos nuevos escenarios. Y desde la academia comenzar a trabajar en investigación, en estrategias y en concientización para lograr transitar de una manera más tranquila a esta realidad.