Nota del editor: Danitza Pamela Montaño Tococari, es Comunicadora Social y Docente de la Universidad Católica Boliviana Tarija.
Bolivia está atravesando una vez más por un difícil momento, de esos que hace más de quince años no vivíamos. La tensa calma se hace cada vez más ácida con el pasar de los minutos. Estos duros días ya se han llevado tres vidas y han dejado heridas a más de 300 personas.
Los policías se amotinaron y marcharon junto a los manifestantes, que exigen la renuncia del presidente Evo Morales, entretanto caravanas salieron de Potosí y Chuquisaca rumbo a La Paz para reforzar las movilizaciones.
Frente a esto en un intento por frenar la llegada de los buses, organizaciones afines al MAS instalaron al menos cinco puntos de bloqueo en el altiplano de Oruro y La Paz. Ya se supo de enfrentamientos carreteros y por supuesto heridos.
Finalmente, el domingo amanecimos con los primeros resultados de la auditoria de la OEA, que confirman irregularidades, ya hubo pronunciamientos del Gobierno y es entonces cuando el desenlace parece estar más próximo. En este marco toma mucho más valor cada acción, cada palabra y cada imagen “compartida”.
Por lo tanto en el plano comunicacional hemos visto que las redes sociales, de manera transversal, han estado jugando un papel decisivo en este conflicto. Hemos sido testigos de memes, de canciones, de falsas noticias (fake news) y de artificiales imágenes, hechas virales en un segundo.
En los últimos días los pocos llamados a la paz han sido cubiertos por la excitación del momento, que se ha traducido en mensajes emocionales compartidos en cadena, cuyos efectos no han sido medidos. Como por ejemplo aquella rabia y temor generados por la falsa noticia que reportaba que militares saldrán a reprimir al pueblo.
Sin medir el poder de estos mensajes, hemos olvidado que pueden generar violencia y que lo más importante para el ser humano es la vida misma, por lo que debemos hacer todo para preservarla. Más aun, el error no sólo estuvo en nosotros los ciudadanos, sino también en los políticos y líderes.
Opositores y Gobierno -independientemente de quien tenga la razón- calcularon sus discursos con causa y efecto, usando frases “hechas” directas al corazón. Todo esto en cuestión de segundos se plasmó en Facebook, WhatsApp y Twitter.
Pero ¿Cuál es el alcance y el peligro? Las redes sociales son peligrosas cuando se hace un mal uso de ellas, su impacto en este tipo de movimientos es más certero y por lo tanto letal, pues en muchos casos incluso definen el rumbo de los sucesos. Hoy en Bolivia -en su mayoría- fueron vehículo de fake news que se multiplicaron sin cuidado, sin precaución y encendiendo rabias.
Hemos pasado por alto que con miles de millones de personas pegadas a Internet, las redes se han convertido en una fuerza política y cultural cada vez más poderosa, a tal punto que sus efectos pueden ser siniestros. Pero –es como todo- si las usamos en buen sentido sus efectos por supuesto que pueden ser positivos.
Para esto es necesario que midamos lo que publicamos y que comprobemos las noticias que compartimos. En este contexto los medios de comunicación juegan un rol fundamental, pues deben emprender la tarea de desestimar las fake news y orientar con la verdadera información a la población. Más aún cuando los discursos falsos toman el escenario.
Tengamos presente que las redes avivan minuto a minuto y en tiempo real los ánimos de las protestas, pero también pueden ser una herramienta fundamental para la pacificación si sabemos usarlas de manera responsable. La experiencia habla y será importante que nos sirva también para futuros escenarios.